domingo, 5 de junio de 2016
A propósito de Quiroga
Dicen que en una de las tantas caminatas matinales que a orillas del Adriático solía hacer Pero Grullo, reflexionando como era su costumbre, halló tendida sobre la arena una quijada de buey.
Su curiosidad sin límite lo llevó a tomarla justo en el momento en que un viento marino sopló con furia mojándole con el agua, su toga.
En respuesta a ello Pero Grullo lanzó la quijada al mar con tanta fuerza como enojo tuvo, y ésta, luego de un breve recorrido retornó al lugar de partida, para sorpresa del pensador.
Así estuvo el hombre toda la mañana, lanzando y esquivando la quijada, sin saber que había descubierto un mecanismo de retorno que en siglos posteriores le denominarían “boomerang”.
Traemos a cuento una de las tantas perogrulladas porque vamos a incursionar en un terreno trillado, con recursos manidos, quizás, pero, con el compromiso de ser fieles a la letra.
Hablar a estas alturas de Quiroga, y más aún, pretender ser originales, es una tarea digna de aquel personaje del mar y la quijada.
A fuerza de ser sinceros, tampoco resistimos la tentación de hacerlo. Por eso, en un compendio a vuelo de pájaro, como quien dice, sin mitificaciones, evoquemos a éste coterráneo, dando un testimonio, cercano, casi familiar, desde una perspectiva desapasionada, objetiva, justa y clara.
Para ello empecemos por darle un corte radical a la introducción, señalando al 233 como el número desencadenante de muchas de las vicisitudes de Quiroga –también de su gloria-. “Es la relación de los nombres con los números la resultante de muchos de los pesares del hombre”, aseguran los numerólogos.
Esto se descubrió en las ruinas de Pompeya, en viejas tablas que a su vez estaban relacionadas con los oráculos egipcios.
Así se explica gran parte del tormentoso mundo quirogiano. Así podemos decir, sin temor a equivocarnos, que los símbolos -que son una constante en Quiroga- giran en torno al 2 y al 3, y cuando se acentúan, al 233 concretamente.
El problema mayor de Quiroga hay que decirlo de una buena vez, ha sido el de no tener paciencia, y eso se lo atribuimos a que en el fondo, no era tan sincero como creíamos, porque a nadie se le escapa, y menos a él, que llevaba una estadística de muchos años a ésta parte, que el 233 era candidato a salir a la cabeza en cualquier momento, - y salió nomás -.
A propósito de Quiroga… ¡que hijo de mala madre!, ¡viejo egoísta!, ¿qué le costaba avisarnos?. En el barrio le tenemos una bronca que…
- CAMACA -
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